El perro no sabía. El gato sabía muy poco. El único que sabía con certeza era un ciego para colmo mudo y cojo. Las preguntas nunca fueron las adecuadas y por ello balbuceantes y confusas las respuestas. Cuando el sol cayó en el mar, más allá del horizonte, apagándose para siempre, se hizo demasiado tarde para todo. El perro no sabía y el gato sabía muy poco y las huellas en el desierto rompieron toda regla de simetría.
Hace 15 años